Aveces las circunstancias, la casualidad o el entorno condiciona el eco de un descubrimiento. La tumba de Tutankamon, un monarca menor en Egipto, adquirió un eco mediático abonado por la moda imperante en Europa por lo oriental, por la situación de tranquilidad que vivía el viejo continente y por el halo de misterio con el cual tanto descubridores como medios de comunicación envolvieron el hallazgo.
La tumba conocida como del Faraón de Plata es sin duda alguna una de las más espectaculares descubierta, no solo en Egipto, sino en el mundo entero. Se le conoce con ese nombre porque la momia descansaba dentro de un sarcófago hecho enteramente de plata, pero el nombre del rey era Psusennes I y es la única tumba que ha llegado hasta nuestros días que no ha sido tocada por los saqueadores. Un magnífico documental de National Geographic recoge un reestudio de la tumba y desde luego deja claro la longevidad del faraón. Recuperar el nombre de Pierre Montet es crucial puesto que fue el descubridor de la tumba aunque contó con dos factores en contra de su hallazgo: la humedad de la zona donde se ubicaba la tumba impidió la conservación de los elementos orgánicos y el descubrimiento se dio en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial.
Todo esto nos lleva a plantearnos una interesante cuestión: ¿cómo se mide el calibre de un hallazgo? ¿tal es el poder de los medios qué es capaz de ocultar aquello que tenemos delante de los ojos? Sin duda alguna el marketing y un terreno bien abonado son capaces de ensalzar o dejar en el olvido el más maravilloso de los tesoros o la más rotunda de las verdades.
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