En plena resaca de Halloween he podido leer en varios sitios como estamos ante una festividad que marchó de la vieja Europa hacia EEUU y nos ha sido devuelta limpia y resplandeciente. Ese mismo pensamiento me surgió este fin de semana escuchando en la Cadena Ser, dentro de uno de sus programas matinales, la visión de Roma y el modo en el que nuestra sociedad es deudora de sus usos, costumbres y herencia material, precedido de la magnífica escena de La Vida Brian en la que el frente popular de Judea se pregunta ¿qué han hecho los romanos por nosotros?
Escarbar y Excavar
Hace unos días nos hicimos eco de una noticia acerca del expolio de un yacimiento identificado por el «escarbador» en cuestión con una pirámide ibérica en Cuenca. En nuestra reflexión tratábamos de criticar este acto de expolio, especialmente cuando desde los medios que recogían la noticia trataban de adornarlo con cierto romanticismo decimonónico.
Nuestra sorpresa vino ante el animado debate que se produjo en las redes social, de forma especial en Facebook, donde hubo una defensa a ultranza del expolio realizado por el protagonista de la noticia. Debemos reconocer que esto nos cogió con la guardia baja puesto que dimos por supuesto que todos sabrían reconocer el delito y que tal vez la discusión podría discurrir por la más que polémica interpretación de los restos expoliados. Desde luego todo esto nos ha llevado a reflexionar de nuevo sobre el tema y tratar donde puede estar el origen del problema, que como podréis imaginar nos parece realmente alarmante a la par que preocupante.
La buena intención del «escavador»
La gente está cargada siempre de buenas intenciones. No lo dudamos. Y hasta un «escavador» profesional o vocacional puede estar cargado de las más nobles de las ilusiones, como seguro las tenía la restauradora del «Ecce Homo» de Borja. En esta ocasión no se llama Cecilia, sino Manuel Abril.
No hubiésemos escrito estas líneas sino fuera por los titulares que acompañan a la noticia: Desenterrados en Cañete restos arqueológicos que podrían formar parte de una pirámide prehistórica. Encontarán más titulares, pero todos vienen a señalar lo mismo. Afortunadamente utilizan el verbo desenterrar y no excavar, lo cual acabaría por transforma el cuadrado en círculo.
Altamira: Ciencia, Política y Asco
En los últimos días hemos asistido a una polémica que abre una puerta realmente peligrosa en cuanto al futuro de nuestro Patrimonio y su disfrute. Tiene que ver con la famosa Cueva de Altamira y ese peligro constante e incesante que amenaza su estado de conservación.
Tras un largo periodo cerrado al público por el peligro que entrañaban las visitas a la conservación de las pinturas el año pasado se decidió reabrir, compatibilizando la visita a los restos antiguos con la conocida neocueva que había servido durante más de una década de forma totalmente satisfactoria. Esta neocueva, reproducción exacta de la cueva original, posibilitaba, y lo sigue haciendo, que se pueda disfrutar de estas espectaculares pinturas sin poner en peligro las originales. Esta solución se ideó hace unos 12 años cuando se decidió el cierre de la cueva al público, pero pasado este tiempo, en 2014 se reabrieron de nuevo permitiendo que grupos de 5-6 personas semanalmente pudiesen acceder. Ahora, con una decisión sin precedentes y sin contar con la Comunidad Científica, el Patronato que vela por la conservación de las pinturas ha impuesto su apertura indefinida.
El Uso del Patrimonio Cultural
Hace unos días nos desayunamos una noticia que indignaba a la vez que nos dejaba perplejos: el uso de un espacio arqueológico de alto valor histórico como campo de pádel, para más señas en Mérida. Por el momento es todo un propósito de intenciones y aunque hemos encontrado indignación en las redes sociales, con petición incluida para retirar el acto, somos bastante pesimistas en cuanto al resultado final de todos esto.
Podíamos pensar que es algo exclusivo de nuestro país, pero lamentablemente no es así, ponemos en riesgo nuestro Patrimonio sin pensar en las consecuencia con la primera de las ocurrencias que puedan venir del primer iluminado de turno. Lo importante no es la protección del Bien Cultural sino aglomerar la mayor cantidad posible de gente con las más variopintas razones y explicaciones. Desde el snobismo más atroz, como es el caso de montar un campeonato de pádel en mitad del anfiteatro de Mérida, hasta recrear delirantes rituales en mitad de los restos arqueológicos que más pueden llegar a evocar al druida de turno.
Baste para ilustrar este último caso la imagen que ponemos a continuación, donde un grupo de iluminados se reunieron en Stonehenge para ponerse en contacto con la divinidad que tocaba en el solsticio, en el equinocio o en la última visión que tuvo algún descerebrado. Y claro, de esta guisa quedan los restos, el entorno, pero siempre hay quien se frota las manos: el ayuntamiento, la empresa concesionaria o la asociación de druidas interdimensionales.
Terrorismo patrimonial
Debemos volver a lamentar un acto de terrorismo patrimonial, en esta ocasión en Écija, donde se ha registrado el destrozo de un mosaico encontrado apenas hace unas semanas. Aunque tenemos frescas las fotografías que no tardaron en hacerse los cargos políticos locales, orgullosos no por el hallazgo sino por encontrar un nuevo cadáver arqueológico.
La administración no acaba de comprender la importancia de nuestro patrimonio y la responsabilidad que contraemos con el a la hora de rescatarlo. Establecer una legislación que nos obligue a la excavación y verificar la existencia de bienes patrimoniales en una intervención de urgencia debe ir siempre acompañado de soluciones para su conservación. Pero lo habitual en España es el rescate del cadáver y dejar que se pudra hasta que se descomponga y se lo coman los buitres. El problema viene cuando el olor del cadáver es tan nauseabundo que resulta imposible de ocultar, entonces solo queda hacer la fotografía y verlas venir. En Écija, no acabaron de comprender la responsabilidad que adquirimos con el Patrimonio rescatado y lo acabamos pagando todos en forma de la perdida patrimonial.
Imagen de ABC
Habitualmente nos encontramos ante yacimientos olvidados, convertidos en basureros ante la desidia de la administración pero la falta de preocupación por nuestro Patrimonio queda evidenciada en la ausencia de protección. Las únicas declaraciones que hemos podido encontrar ante tan lamentable ataque ha sido de mano del arqueólogo municipal, pero descuiden que no volveremos a ver la fotografía de hace unos días con los políticos de turno ante tal desastre asumiendo responsabilidad por su fatal descuido.
A vueltas con la tumba perdida
Hace unos días leí perplejo, y porque no decirlo, con cierto sonrojo, que andaba un equipo buscatesoros-arqueólogos-aventureros buscando la «tumba perdida» de Gengis Kan. Pero no era una búsqueda como la que Usted y yo podemos hacer, no. Con satélite y todo. Si, como se hacen las buenas búsquedas. El proyecto, encabezado por National Geographic «se está volcando en la tecnología del siglo XXI», rezaba la noticia, y presentaba unas cifras para acrecentar la estupefacción. Agárrense los machos: «más de tres años de trabajo que han producido 30.000 horas y generado dos millones de posibles objetivos a excavar. Ahora ese trabajo ha concluido y peinando todo ese material, el equipo de Lin [así se apellida quien encabeza la búsqueda] ha reducido a 100 los posibles lugares que los satélites muestran y esa cifra se ha convertido ya en 55 anomalías arqueológicas».
El Sr. Lin, que no ha podido resistirse a hacerse la fotografía de turno montado a caballo en la estepa mogola, ya se le ha etiquetado como el «Indina Jones moderno». El Sr. Lin equipado de pico y pala, o tal vez de un láser fulminador de tierra o con un satélite de bolsillo se ha embarcado en la excavación de estos 55 yacimientos. Alguno será, seguro que piensa el Sr. Lin. Sino es así no sucede absolutamente nada. Tendremos 55 yacimientos agujereados, convenientemente perforados en busca de la «Gran Tumba», aunque lamentablemente huérfanos de documental, primera plana o seguimiento masivo en Internet.